Sergio Bitar

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Desigualdad fuera de control

La desigualdad se ha disparado en Chile y el mundo. Todas las investigaciones lo confirman. Una reciente nota del World Post publicada por el Berggruen Institute extrae dos conclusiones importantes para la etapa que se inicia en Chile.

La primera es que las políticas sociales, para crear un Estado de bienestar y proteger a los sectores de menores ingresos, no bastan para reducir la desigualdad.

La segunda es que la alta concentración del ingreso, que se eleva a diario, surge de la alta concentración del capital financiero en pocas personas.

En libros recientes, uno del economista francés Piketti (Capitalismo e Ideología), el de Branco Milanović del Banco Mundial (Capitalism Alone), así como el de Berggruen y Gardells (Renovando la Democracia) coinciden en la necesidad que el Estado capte una mayor parte de la riqueza de los ultra ricos.

La concentración del ingreso derivada del trabajo es muy inferior a la concentración del ingreso derivada de la riqueza. Milanović lo expresa con nitidez: “El coeficiente de Gini por ingresos derivados de la propiedad es cerca de 90, lo que significa que prácticamente no puede ser más alto, mientras que el coeficiente de Gini por ingreso del trabajo, antes de impuestos, es alrededor de 50 (siendo 100 la concentración total y 0 la igualdad total). Éste último es aún un número elevado, pero la diferencia con la desigualdad de ingresos de la propiedad y la riqueza es enorme“.

Otra cifra impresionante proviene de Oxfam que señala que la fortuna de los 26 individuos más ricos del mundo alcanzó a 1,4 trillones de dólares en 2018, que equivale a la riqueza total de 3.800 millones de personas pobres.

Por tanto, las indispensables medidas para mejorar los sueldos mínimos, mejorar la provisión de bienes públicos de calidad para todos, la educación, la salud, las pensiones, la vivienda, la protección de los niños, y todas aquellas prioritarias para la inclusión social en América Latina, deben ser complementadas con otras, que operen sobre la riqueza, para reducir la desigualdad.

Si en países desarrollados (OCDE), donde los ingresos fiscales representan cerca del 40% del PIB se debate intensamente sobre cómo reducir la desigualdad, cuánto no será urgente abordarlo en Chile, donde ese % apenas llega a 22%.

A su vez, el avance digital acentuará la desigualdad. Urge entonces actuar en ambos frentes: una política social que incluya un plan masivo de educación digital, y elevar tributos sobre los altos ingresos y la propiedad del sector más pudiente.

La concentración del capital y la riqueza generan una creciente desigualdad. Si no se actúa con firmeza para limitarla la democracia correrá creciente riesgo.

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