Sergio Bitar

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LA DECLINACIÓN DEL PODER HEGEMÓNICO DE LOS ESTADOS UNIDOS

Publicado en forovalparaiso.cl

Valoro el análisis de Wallerstein

Imannuel Wallerstein ha construido un marco analítico global de largo plazo que denomina el sistema mundo mediante el cual aborda un tema de trascendencia y complejidad: la declinación de la hegemonía de EEUU. Ese enfoque de Wallerstein contribuye a enriquecer las reflexiones que llevamos a cabo en América Latina y en Chile, habitualmente parciales, cortoplacistas y eminentemente nacionales. Al comprender las tendencias de largo alcance se enriquece el análisis y ayuda a diseñar mejor las estrategias de futuro. Por ello valoro estas contribuciones publicadas por el Foro de Valparaíso, como asimismo el documento de Crisóstomo Pizarro sobre Immanuel Wallerstein publicado por el Fondo de Cultura Económica.

El ascenso y la declinación del poder hegemónico

Sobran antecedentes para explicar la declinación hegemónica de los Estados Unidos. Nadie la niega. Pero se trata de un concepto muy general, que se manifiesta en tiempos muy prolongados, y puede resultar de escasa utilidad para la acción. Es necesario considerar los procesos que están desplegándose en plazos intermedios para pensar qué hacer en una o dos décadas, y diseñar políticas.

El autor realiza un recorrido histórico partiendo de la declinación del imperio inglés desde fines del siglo XIX y su progresiva sustitución por Estados Unidos. Analiza los llamados ciclos largos de Kondratiev (de alrededor de 50 años) de acumulación, ascenso y estancamiento en la economía capitalista, (Una anécdota: Nicolai Kondrátiev fue destituido en 1928 de la dirección del instituto que fundó en 1920 en Moscú, porque su hipótesis era contraria a la idea que en ese momento tenía Iósif Stalin sobre el final del capitalismo en el período inmediato. Al oponerse a las colectivizaciones forzadas ordenadas bajo Stalin, en la primavera de 1930, fue arrestado y deportado a Siberia y en 1938 fue condenado a muerte y fusilado).

El apogeo del poder hegemónico de Estados Unidos se habría alcanzado en 1945, al término de la Segunda Guerra Mundial. Entonces, todo competidor estaba destruido por la guerra, mientras Estados Unidos poseía una base productiva y militar intacta y superior y pudo imponer sus reglas en las distintas zonas del planeta.

A partir de ese hito continua Wallerstein su análisis describiendo la crisis social y política de EEUU de fines de los 60, la derrota en Vietnam, y luego el conflicto con OPEP por petróleo, a comienzo de los 70, que vulneró la seguridad energética de EEUU. La caída de la Unión Soviética presentó un alivio para reponer su primacía, lo que lleva a autores como Fukuyama a escribir “El fin de la Historia”. A comienzos del siglo XXI, EEUU intenta imponerse nuevamente mediante su maquinaria militar, invadiendo a Irak y Afganistán, sin éxito. Luego sobreviene la crisis financiera del 2008, que pone en cuestión la fortaleza de su sistema económico-financiero y se dispara la deuda de ese país a niveles cercanos hoy al 100% del PGB. Entretanto el contundente surgimiento de China acelera los cambios planetarios de poder.

¿Cómo se ejerce la hegemonía?

Más allá de la teoría de los ciclos largos, cabe preguntarse cómo se impone la hegemonía y cómo podría evolucionar la relación de poder mundial en la próxima década. Wallerstein expresa: “decir que un país es hegemónico significa que ese país puede obtener lo que quiere políticamente, o una proporción muy alta de lo que desea promover”. Pero la hegemonía es un concepto relativo, se define en relación al poder de otros. Las pregunta principal a la que me quiero referir es ¿Cómo se realiza esa hegemonía, quien ejerce y ejercerá poder hegemónico? ¿ Cómo se gobernará el planeta? Y por cierto debemos concluir sabiendo cómo nos afecta y cómo debemos actuar los latinoamericanos.

Estas preguntas son esenciales para explorar el mundo que viviremos y las estrategias que conviene proseguir. Siempre existe hegemonía, no hay situaciones históricas caracterizadas por una distribución igualitaria del poder. Mi hipótesis es que Estados Unidos continuará siendo la potencia de mayor poder y ejercerá una cuasi hegemonía en los próximos 20 años. Aunque no poseerá la capacidad de imponer su voluntad como antaño, su participación será esencial para articular acuerdos con otros, para intentar resolver los problemas y conflictos principales del mundo. Estados Unidos no podrá solo, pero sin Estados Unidos tampoco se podrá articular una capacidad efectiva de acción global.

La hegemonía tiene diversos vectores.

Podemos distinguir a lo menos 4 vectores del poder hegemónico: la primacía militar, la capacidad económica tecnológica (tamaño e innovación), la influencia cultural (estilo de vida, arte, música, cine, redes) y los valores que se proclaman (en el caso de Estados Unidos la democracia liberal y la economía de mercado). La hegemonía es más potente cuando convergen estos cuatro factores.

Si analizamos los grandes países-continente, se puede apreciar las combinaciones de vectores en el ejercicio del poder. En el caso de la Unión Soviética hubo primacía militar y también ideológica (encabezar el proyecto socialista), pero su debilidad fue el desarrollo económico y su incapacidad de ofrecer a los países bajo su control un mejoramiento de sus condiciones de vida y espacios de autonomía. Estados Unidos es militarmente fuerte, aunque crecientemente ineficaz en su acción belica (Vietnam, Irak), económicamente dominante, aunque con decreciente peso relativo, y cultural e ideológicamente poderoso, expuesto a un decrecimiento si se aísla. La Unión Europea presenta fortalezas en el plano valórico y cultural, preeminencia económica en innovación y tecnología, y menor importancia militar. China es económicamente fuerte y en ascenso, posee un poder militar limitado aunque creciente, y escasa influencia ideológica como proyecto político cultural para terceros países.

El predominio de EEUU dependerá de su fuerza relativa y también de la voluntad política de otros de llenar el vacío que deje su declinación. China no parece que intentará sustituirlo, al menos en esta fase, pero puede acrecentar su influencia (soft power) defendiendo la apertura económica global, la paz, el medio ambiente y una gobernabilidad internacional, con énfasis multilateral. La cuestión central para el futuro es cómo se ejercería la cuasi hegemonía norteamericana. En un mundo con mayor dispersión del poder, se pueden atisbar diversos escenarios. Unos estarán caracterizados por mayor colaboración y construcción de alianzas nuevas para encarar los temas globales, como el deterioro medioambiental y el terrorismo. Otros podrían ser negativos, resultado de la competencia, con aislacionismo y conflicto, anteponiendo cada cual sus intereses nacionales.

¿Qué incertidumbres y nuevos retos encara el mundo ante la declinante hegemonía de EEUU?

¿Prevalecerá una apertura regulada, con colaboración , o se impondrá un aislacionismo con poder militar y presión económica contra quienes se declara adversarios? Es el dilema actual de la élite que gobernará Estados Unidos. Obama intentó un camino de acuerdos, cuando la capacidad de influencia norteamericana decrece, lo fue el acuerdo nuclear con Irán, y los primeros pasos con Cuba, para facilitar un progreso económico con evolución democrática. ¿Intentará el nuevo gobierno de Trump recuperar poder hegemónico mediante la presión y amenaza, al igual que en el gobierno de Bush, cuando se pretendió reimponer hegemonía a través del poder militar, o buscará renegociar, como hombre de negocios, para acrecentar su posición relativa, económica y militar?

Sin duda esta tendencia declinante proseguirá, pero puede tomar diversas formas y ritmos. La menor capacidad económica de intervención de EEUU, limitada por su enorme deuda, la disminución de su peso relativo en la economía mundial, el desarrollo de cadenas de valor de empresas transnacionales, cuya lógica es global, la menor eficacia de su poder militar, el declinante prestigio internacional, irán socavando su influencia hegemónica actual. Además, otros países tenderán a protegerse de la incertidumbre, diversificándose económicamente, innovando en tecnología y afirmándose militarmente. La velocidad de este proceso declinante dependerá de la capacidad de innovación y de la conformación de nuevas alianzas por EEUU. También dependerá de la evolución económica y política de China, Rusia y Europa. La llamada cuarta revolución industrial incidirá de manera determinante en la evolución de los próximos años. También dependerá de las nuevas iniciativas estratégicas futuras: el tremendo programa chino de infraestructura para conectar Eurasia y la meta de EEUU de trasladar personas a Marte. Ambas iniciativas son ejemplo de voluntad expansiva que podrían activar nuevos ciclos largos de acumulación, innovación y cambio global.

¿Cómo se gobernará el mundo y qué rol podemos jugar los latinoamericanos?

La cuestión central es si un planeta con poder más disperso y gobernado por potencias medianas es más riesgoso o es más “resiliente”, si es más o es menos capaz de abordar los temas globales.

¿Qué escenarios pueden preverse?, Uno es un mundo de primacía bipolar, con dos potencias en colaboración y conflicto, Estados Unidos y China. Otro es un mundo multipolar, pero sin suficiente institucionalidad global, con riesgos mayores de conflicto entre naciones y daño medioambiental. Un tercero es de conflicto entre EEUU y Rusia –China. El mejor es un mundo en que se colabora para reformar las instituciones internacionales, promover el entendimiento a fin de superar las crisis humanitarias, ambientales y de seguridad que surgirán.

Ante esta incertidumbre ¿qué haremos nosotros, los latinoamericanos, para contribuir a la gobernabilidad de un mundo mejor, con un poder más equilibrado y normas globales equitativas? América latina puede y debe contribuir reforzando sus propias capacidades , como zona democrática y de paz.

También debe acrecentar su autonomía, desplegando mayores vínculos con el Asia Pacífico y, al mismo tiempo, establecer una relación más estrecha con la Unión Europea. Para lograr éxito, debe diversificar sus actividades económicas, priorizar avances tecnológicos y progresos educativos. Para ser fructífera, toda estrategia debe priorizar la integración latinoamericana, y estructurar una economía regional interconectada, una acción política de bloque y una voz ojala única y gravitante a nivel mundial.

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